Viajar, viajar y viajar.

Comienza.

Los mejores tesoros, las personas mágicas, la naturaleza más nativa y las emociones más fuertes se encuentran en millones de lugares de esa magnífica «bola deforme» llamada Mundo.

Versión 2

Cuando tomamos la decisión de salir de nuestro caparazón invertimos millones de sensaciones a cambio de otras nuevas, normalmente superiores a nivel escala. Dicen que viajar es desplazarse hacia otro lugar. ¿Estamos seguros de ello? Bueno, creo que cuando se termina un viaje por libre se matiza este concepto como otro bastante más extenso y diferente al que se le suele dar uso. Cierto es que nos transportamos, pero no sólo físicamente. El psíquico también tiene una función fundamental en este proceso, que es lo que al final es viajar, un proceso. Un proceso de apertura, de aprendizaje y de valoración. Si nos cuestionamos cuál es el final de dicho proceso, puede que nos quedemos en blanco. Precisamente, el objetivo puede que sea un mundo abierto que nos penetra y nos hace cuestionarnos millones de cosas. Es más, creo que de esto se trata. Engancharnos a viajar depende precisamente de ello. Es por eso que así llegamos a acoger desde el interior numerosas naturalezas, culturas, gastronomías y personas con admiración y facilidad.

¿Quién no ha comprobado alguna vez lo gratificante que es investigar fuera de sus alcances? Quien organiza un viaje se expone a riquezas. Quien emprende un viaje recibe sabiduría. Y quien lo valora seguro no es el último; siempre que la referencia de viajar la coloquemos como una fuente de conocimientoforma de vida y de descubrimiento.

Cuando se habla así de la preciosa aventura de viajar, sobran las agencias y aparecen las ganas, el aprendizaje, la magia.

Lo desconocido.

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