Ser la pareja de un PPVV es toda una aventura. El hecho de que tu compañero/a de vida quiera marcharse a vivir y trabajar a otro país revoluciona inevitablemente tu vida. Vértigos, miedos y una decisión: acompañarle o no.
Os escribo desde Dallas, Texas.
Mi chica estuvo varios años hablándome de este proyecto. Sinceramente, nunca le presté mucha atención. Pensaba: “Un proyecto más de los mil que tiene en la cabeza”. Un día, decidió que quería rellenar la solicitud y en ese momento tuvimos una conversación importante.
Ella me contó con detalle en qué consistía la aventura y me dijo las palabras mágicas: “Si me aceptan quiero que vengas conmigo”. En ese momento mi interior se revolvió. Aún era pronto por lo que decidimos que lo mejor era que probara suerte, que aplicara y ya veríamos, tampoco hacía falta tomar una decisión inmediata.
Así comenzó todo.
EMPIEZO A INTERRESARME EN EL PROYECTO
La posibilidad de poder mejorar el inglés, de poder trabajar allí legalmente, de viajar y de vivir una experiencia única eran pluses que se sumaban a las ganas de querer estar con ella.
A medida que ella preparaba todos los papeles necesarios para poder aplicar (demasiados), empecé a comprobar la magnitud del proyecto. Sus ganas crecían y lo tuve claro, jamás podría negarme a que viviera una experiencia como esta, así que el ‘Plan A’ comenzó a definirse: “Si te aceptan te vas, ya veremos qué hago yo”.
¿Qué pasa con el trabajo?
Mi vida estaba en Madrid y, por su puesto, no quería perder mi trabajo. Lo primero que hice fue hablar con mis jefes. Les planteé la posibilidad de marcharme temporalmente, un año. La respuesta que recibí fueron todo facilidades. “Es una oportunidad única también para ti, tienes que hacerlo. Eso sí, vuelve”. Me guardarían mi puesto de trabajo, al menos un año.
Trabajo ok.
¿Qué hago con la casa?
La casa era mi segunda gran preocupación. Nosotros vivíamos de alquiler en Madrid. El riesgo era claro, marcharse y perder la casa. Todo depende del apego que le tengas, claro. Por suerte para nosotros, encontramos una buena solución familiar para poder mantenerla.
Casa ok.
Si a esto le sumamos el apoyo de la familia y unas ganas crecientes de cambiar de vida (al menos temporalmente), la decisión quedó tomada. Después de una boda de urgencia nos iríamos los dos a Dallas, Texas. ESTADOS UNIDOS.
Importante: estar juntos nunca fue obligatorio; de hecho, la opción de continuar la relación a distancia era real. A la hora de decidir pensé en mí, en mis posibilidades y mis beneficios. En mi posible crecimiento personal y profesional. Y por su puesto, en compartirlo juntos.
Ahora, pasados ya casi tres meses de mi nueva vida te digo: VENTE. No lo pienses. Aquí hay un mundo nuevo. Trabajo, posibilidades, gente nueva, viajes, ella/él… Los inicios nunca son fáciles pero una oportunidad así no se presenta todos los días. Os espera una aventura de uno, dos o hasta cinco años y eso es lo mejor de todo, que podéis decidir sobre la marcha.
¿Personalmente?
Nunca me había sentido tan libre para poder elegir el siguiente capítulo de mi vida.
Mario Alonso
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